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Interacción Humano-Animal: Niños, perros y agresividad.

  • Foto del escritor: Animalium Foundation
    Animalium Foundation
  • 2 may 2023
  • 9 Min. de lectura

Actualizado: 2 abr

La interacción entre niños y perros puede ser una experiencia maravillosa y gratificante, siempre y cuando se tomen las precauciones necesarias; ha de ser siempre supervisada, ya que puede resultar en una situación peligrosa para cualquiera de las partes implicadas. Lastimosamente, los niños suelen ser muy invasivos con los perros, tocándolos de maneras indebidas, irrespetando su espacio individual e ignorando por completo las diferentes formas en las que el perro comunica que le desagrada lo que está sucediendo.


Primero que todo, hablemos de "Proxemia", una palabra que probablemente no han escuchado antes, pero que vivimos todos en nuestro día a día, los humanos y otras especies. Hace referencia al estudio del comportamiento espacial y la forma en que los individuos interactúan con su entorno y los demás. Los perros tienen diferentes zonas de proximidad que defienden y protegen de otros perros o personas. Por ejemplo, un perro puede tener una zona de proximidad muy estrecha con su tutor, porque tiene un vínculo con la persona y tolera muchísimo el que esa misma persona invada su espacio de distintas maneras, mientras que con extraños puede mantener una mayor distancia.


La proxemia también se refiere a cómo los perros se comunican mediante el uso de su cuerpo y el lenguaje corporal. Los perros pueden mostrar una serie de señales, conocidas como Señales de Calma y Señales de Advertencia, para comunicar cómo se sienten en relación con la invasión de su espacio, entre otras cosas.



En Costa Rica, año con año se reportan cientos de mordeduras de perros a niños, es considerado por las autoridades un problema de Salud Pública. Los niños suelen ser curiosos y emocionales, y a menudo no entienden cómo su comportamiento puede afectar a los perros. Por ejemplo, los niños tocan a los perros de manera brusca o inapropiada, como tirando de su cola u orejas, o acercándose demasiado a su cara. Estos tipos de contacto pueden ser percibidos como amenazantes por los perros, ya que es una forma de invadir su espacio individual.


Los perros también pueden percibir ciertas expresiones emocionales de los niños como amenazantes, como las risas fuertes, las voces agudas y los movimientos bruscos. Estas expresiones pueden hacer que los perros se sientan incómodos o incluso asustados, lo que puede llevar a una reacción defensiva como una mordedura.


Es importante que los padres enseñen a los niños cómo interactuar apropiadamente con los perros y supervisen todas las interacciones entre los niños y los perros. Esto puede incluir enseñar a los niños a acercarse a los perros lentamente, a pedir permiso antes de tocarlos y a no hacer ruidos fuertes o movimientos bruscos cerca de ellos.


También hay que recordar que incluso los perros más amigables pueden morder si se sienten amenazados o incómodos. Por lo tanto, siempre es importante que los niños respeten el espacio individual de los perros y sean conscientes de cómo sus acciones pueden afectarlos. Los perros tienen maneras muy sutiles de informar que se sienten incómodos con una interacción, y las personas suelen confundir este lenguaje con cosas que ven "tiernas" o "lindas", como por ejemplo, que un niño se acerque de manera invasiva a la cara de un perro y este termine lamiéndole la cara al niño; muchos lo ven como "besos", pero en realidad el perro puede estar pidiendo espacio, y así suele ser muchas veces malinterpretado el lenguaje de los perros.



Ya que muchos niños resultan mordidos debido a este tipo de interacciones que desde la perspectiva humana son inofensivas, pero que desde la perspectiva canina son invasivas y amenazantes, muchas personas se han aventurado a calificar a ciertos tipos de perros como peligrosos o poderosos, partiendo desde la ignorancia para fomentar ideas dignas de "Campañas del Miedo". Para quienes no conocen el término, una "Campaña del Miedo" es una estrategia de persuasión que se utiliza para influir en el comportamiento de una audiencia mediante la creación de miedo, ansiedad o incertidumbre en torno a un tema específico. Esta técnica se basa en la idea de que las personas son más propensas a tomar medidas preventivas si se sienten amenazadas por un peligro real o percibido; suelen ser manipuladoras y exageradas, pueden conducir a una sensación exagerada de temor y ansiedad en el público.


Una Campaña del Miedo como la de los "Perros Peligrosos" o "Perros Poderosos" generalmente se centra en los riesgos y peligros que presentan ciertas razas de perros, con la intención de crear miedo y ansiedad en el público en general. Esto puede ser utilizado por entrenadores o dueños de empresas de adiestramiento de perros para atraer a clientes a sus servicios de entrenamiento y consultoría de comportamiento. Los promotores de estas ideas pueden centrarse en ciertas razas de perros que han sido mal etiquetadas como peligrosas, como el Bull Terrier, Rottweiler, Doberman Pinscher, American Starrofdshire Terrier, entre otros. Pueden incluso enfatizar la necesidad de controlar y restringir estas razas de perros, lo que puede llevar a leyes sin respaldo científico alguno respecto al tema conductal, o incluso rechazo de la sociedad por este tipo de animales, discriminándolos únicamente por cómo se ven.


No existen “Perros Peligrosos” o “Perros Poderosos”; el llamarlos de esas maneras fomenta la ignorancia respecto a la realidad de la conducta canina y es peligroso para los animales y la sociedad. Entender a cada perro como individuo, con características propias es la forma de entender al animal. El pronosticar la agresividad de un animal con sólo ver su apariencia física no es profesional, técnico ni científico (así como tampoco lo es en las personas).


Sí, existe predisposición de ciertos individuos a tener algunos comportamientos debido a la genética conductual, pero eso no es determinante para predecir si un animal va a ocasionar una mordedura, ya que no es lo mismo el categorizar funciones zootécnicas para la aptitud de un perro en un trabajo específico, que discriminar a los miembros de una raza utilizando a penas una pequeña parte del total de su individualidad; indicar que un perro es peligroso sólo por su raza es hacer a un lado todas las otras variables que construyen la conducta del individuo.



Existen muchos tipos de agresividad, y si hablamos de conducta animal, la agresividad de hecho es funcional y se considera algo bueno cuando gracias a ella se da comunicación asertiva.


Cuando las conductas agresivas tienen una finalidad adaptativa (que tienen una razón de ser), son positivas y saludables para el animal y los miembros de su grupo; por ejemplo, cuando una madre protege a sus cachorros activamente, hasta con mordeduras, se llama “Agresividad por Maternidad”.


Por el contrario, cuando un perro reacciona a un estímulo de manera descontrolada, perdiendo la capacidad de medir el entorno que le rodea y donde está únicamente ido en la emoción, se dice que el individuo es “reactivo”. La “Reactividad” es la única expresión de la “Agresividad” que no es adaptativa.


Las razones detrás de la agresividad en un perro pueden variar ampliamente; pueden incluir factores genéticos, ambientales, de salud, entre otros. Las experiencias traumáticas, la falta de socialización temprana, el miedo, la ansiedad, la enfermedad o dolor físico también pueden contribuir a que el individuo tienda a la agresión fácilmente o que sea reactivo.


Para poder identificar qué activa al perro de estas maneras, puede que necesitemos realizar varios tipos de pruebas, aplicar distintas herramientas de evaluación y realizar un diagnóstico diferencial. Una vez ubicados los detonantes, en conjunto con un proceso específico, el animal puede mejorar muchísimo, hasta llegar a rehabilitarse.


Ahora sí, ya entendiendo un poco mejor de qué trata la agresividad, podemos retomar lo que mencionábamos anteriormente; cualquier perro, indiferentemente de tamaño y forma, puede reaccionar de manera agresiva a diferentes situaciones, y en diferentes grados, incluso llegando a la violencia. Que algo genere una reacción agresiva no significa que el individuo sea agresivo, son cosas muy distintas.


Poniéndonos un poco técnicos, una definición adaptativa de agresividad sería la expuesta por Valzelli (1983), que la considera como un componente de la conducta normal que se expresa para satisfacer necesidades vitales y para eliminar o superar cualquier amenaza contra la integridad física y/o mental. Estaría orientada a la conservación del individuo y de la especie y solamente en el caso de la actividad depredadora conduciría a la destrucción del oponente, llegando hasta provocar su muerte.


Siguiendo esta línea, se ha propuesto una distinción entre agresión y violencia basada en criterios de utilidad biológica. La primera sería una conducta normal, fisiológica que ayuda a la supervivencia del individuo y su especie (Archer, 2009). El término violencia se aplicaría a formas de agresión en las que el valor adaptativo se ha perdido, que pueden reflejar una disfunción de los mecanismos neurales relacionados con la expresión y control de la conducta agresiva, en tanto que su objetivo es el daño extremo, incluso llegando a la muerte de la víctima (Anderson y Bushman, 2002, Daly y Wilson, 2003, Mas, 1994).


En consecuencia, la violencia está influida por factores ambientales y sociales que modelan la manera concreta de expresar la conducta violenta (Alcázar, 2011, Siegel y Victoroff, 2009). No obstante, esta conceptualización no implica necesariamente que la agresión y la violencia sean dos categorías separadas; al contrario, desde esta perspectiva se puede considerar que tanto la agresión como la violencia son conductas complejas que en dosis moderadas pueden tener una función adaptativa en entornos ambientales exigentes que supongan retos para la supervivencia del individuo. De este modo, la agresión y la violencia podrían considerarse como parte de una misma dimensión continua (Vassos, Collier y Fazel, 2014).


Así, la violencia debería ser considerada como el resultado final de una cadena de eventos vitales durante la cual los riesgos se van acumulando y potencialmente se refuerzan unos a otros, hasta que la conducta violenta se dispara en una situación específica (Gronde, Kempes, van El, Rinne y Pieters, 2014). Por lo que, cuando un perro muerde a un niño, ocasionándole heridas graves y hasta la muerte, han de considerarse todos los factores que llevaron a que la situación escalara de esa manera, que pueden ser cosas que vienen dándose desde hace mucho tiempo o ser una situación que explote en un instante con consecuencias catastróficas, para el perro y el niño.



Peligrosa no es alguna raza de perro, sino la manera en que las personas tienen a sus animales de manera irresponsable, que no se informen y eduquen bien respecto al tipo de animal que tienen en casa.


Hay que enseñar a los niños cómo interactuar adecuadamente con animales en general, especialmente con los perros; reconocer las señales y el lenguaje corporal que indican que un perro puede estar incómodo o nervioso es de suma importancia, así como también respetar su espacio individual. Prevenir es mejor que lamentar, y la mejor manera de prevenir es educando y fomentando la empatía y comprensión hacia los animales.


Es fundamental que los adultos presentes estén siempre alerta y supervisen la interacción entre niños y perros. Nunca se debe dejar a un niño solo con un perro, especialmente si no se conoce bien al animal.


Es también parte del mensaje que queremos compartirles que la adopción de perros adultos es una opción maravillosa para aquellas personas que quieren dar un hogar a un animal necesitado, y también para aquellos que quieren un compañero más tranquilo y estable en su vida. Sin embargo, adoptar a un perro adulto requiere de una consideración y preparación adecuada para asegurar que la transición sea exitosa tanto para el animal como para la familia adoptiva.


Es importante tener en cuenta que los perros adultos que han sido abandonados o entregados a refugios pueden haber pasado por situaciones estresantes y traumáticas. Esto significa que necesitan un tiempo de adaptación y paciencia por parte de su nueva familia para que puedan sentirse seguros y cómodos en su nuevo hogar. También es esencial recordar que la formación de un vínculo requiere una inversión de tiempo y atención.



La responsabilidad de adoptar a un perro adulto también incluye investigar y conocer la personalidad, historia y necesidades del animal en cuestión. Asegurarse de que el perro sea adecuado para el hogar, la familia y el estilo de vida de la persona es esencial para una transición exitosa. Además, es importante tener en cuenta que los perros adultos pueden necesitar atención médica adicional, entrenamiento y socialización. Por favor, siempre lleven este proceso de la mano de profesionales para que la experiencia sea lo más segura y placentera posible.


Y para finalizar, tengamos siempre en cuenta que hay tres grandes males que en el presente incrementan las probabilidades de que un perro reaccione de manera agresiva, estos son la Humanización, la Cosificación y la Romantización de los animales. Aprendamos a aceptarlos por lo que son, a entenderlos, a convivir con ellos de maneras sanas, sus perros se lo van a agradecer. Dejemos atrás este gran problema social en el que las personas tratan a los perros como si fuesen otro humano, esto no es más que otra cara del Maltrato Animal.


Para aquellos que deseen aprender más sobre el tema, existe un documento llamado “Mitos, realidades y prevención de las mordeduras de perros” que puede proporcionar información valiosa sobre cómo prevenir las mordeduras de perros.




Autor: Anthony Vado Romero.

Profesional en Conducta Animal, Especialista en Cánidos.

San José, Costa Rica

(+506) 6225 - 3855

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